VERDE, ÍNDIGO, AMARILLO, ROSA Y CARBÓN
marisa monte
belleza y gratitud
por Ricardo Nunes
En el contexto de la MPB, hacia la primera mitad de la década de 1990, la falta de renovación de las grandes intérpretes femeninas comenzó a sentirse como nunca antes. Quizá aunque no se hubieran ido antes de lo acordado, Elis, Clara, Nara, entre otras, difícilmente podrían hacer frente al necesario rejuvenecimiento de nuestra música, porque probablemente ya estarían en el merecido consuelo de la consagración. que Gal, Bethânia, Rita Lee, los últimos ejemplos disfrutaron en la época de una generación que necesitaba pasar el testigo. Sin desmerecerlos, sólo estaba el habitual pequeño y perseverante equipo de segunda, algunos jóvenes cantantes de bandas más orientadas al pop-rock, lo “romántico” o lo regional; aquí y allá aparecían algunas promesas, efímeras. Toda una clase de viejos y nuevos productores, músicos y compositores entendieron que MPB ya se había consolidado, pero pudo ver que esa solidez se iba quedando obsoleta sin nuevos y mejorados frutos.
Las cosas eran más o menos así cuando el discoVerde, índigo, amarillo, rosa y carbón., de 1994, de la entonces joven y delgadita Marisa Monte, puso fin a aquel largo y descorazonador intermezzo. Sus dos discos anteriores habían sido buenos, incluso geniales, fueron éxitos de crítica y de ventas, pero el restringido, nostálgico y desconfiado “mercado” exigía una prueba más contundente y definitiva. En el fondo, era solo una demanda retórica. Marisa lo aceptó, sin embargo, sin dudarlo, porque ella misma sintió el influjo de un trabajo en el que por fin podría manifestar sus más latentes inspiraciones.rosa y carbónfue el resultado, el agradecimiento y su coronación.
Brown y Antunes: socios ideales
La voz de Marisa Monte, que en un principio había sido su jefa, no es, ni lo fue nunca, incontestada. Sobre todo cuando se empeñaban en compararla con las grandes divas que la precedieron, pero Marisa sentía que en su talento reducirse a la voz no era más que una limitación. A pesar del solfeo operístico que la impulsó hacia adelante, y que supo explorar tan bien, tenía mucho más que ofrecer. Marisa, aunque esto se ha vuelto menos raro en la generación que también revelaría Adriana Calcanhoto y poco después Vanessa da Mata, también es instrumentista y compone muchas de sus bellas canciones, además de un olfato certero para encontrar grandes alianzas musicales. De hecho, en tiempos de tanto ruido como ahora, Marisa Monte parece no haber descuidado la fe en que la música es ante todo belleza y armonía melódica.
Con Nando Reis: armonía de co-creación
rosa y carbónsería un disco casi hecho a mano, sin teclados, guitarras ni sintetizadores. Voz, guitarra y percusión. E incorporó una herencia musical ecléctica en tono tributo. Lo primordial está obviamente en las canciones inéditas y sorprendentes escritas a cuatro manos con un puñado de autores inspirados en los inicios de una carrera en solitario, como Arnaldo Antunes, Carlinhos Brown y Nando Reis, pero se esmera en reconocer y reverenciar su ascendencia hasta el punto de pedir la bendición a maestros como Gilberto Gil, Paulinho da Viola y Jorge Ben Jor.
Marisa declinó la etiqueta que le querían imponer, supo lidiar con la presión de ser una nueva Elis o algo asi Y su apuesta rindió mucho más que eso. De la samba, a la balada, al baião, a la serenata,rosa y carbónfue un hito que demostró que sí, que nuestra música aún tenía de qué sobrevivir, pero siempre y cuando buscara nuevos caminos y aún sin perder la referencia de nuestro blissful cancioneiro._cc781905-5cde-3194 -bb3b-136bad5cf58d_