HANDIA
España, 2017
Dirigida por: Aitor Arregi y Jon Garaño
Guión: Aitor Arregi, Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Andoni de Carlo
Producción: Xabier Berzosa, Iñaki Gomes e Iñigo Obeso
Banda sonora: Pascal Gaigne
Fotografía: Javier Agirre
Solo un poco más, hasta que sea demasiado tarde
Por: Ricardo P Nunes
Al abrir la tumba familiar para enterrar a su padre, la misma donde había enterrado a su hermano Joaquim (Eneko Sagardoy) años antes tras su prematura muerte, Martín (Joseba Usabiaga) descubre para su sorpresa que la tumba está vacía, sin el el menor rastro del esqueleto de su hermano. Esta es la escena inicial de Handia (España, 2017), acompañada de la voz de fondo de Martín reflexionando sobre la naturaleza efímera de las cosas, “a pesar de sus superficies”. Basada en hechos reales, la película de los directores y guionistas españoles Aitor Arregi y Jon Garaño, es una de esas películas donde la esencia de su encanto es su sinceridad y, como es un cine, también su precisión técnica y visual. Ambientada a mediados de siglo. XIX, justo después de la guerra civil entre monárquicos y liberales españoles, además de sus consecuencias en la vida personal de sus personajes, la película saca a la luz una de las huellas más cruciales de ese período, así como los estados de ánimo que perdura hasta hoy, la dicotomía entre lo viejo y lo nuevo, entre la ciudad del País Vasco y la ciudad industrial, tan evidente en los caprichos de los agentes humanos que gravitan entre estos dos planos cuasi espirituales. No hay nada más emblemático de esta disputa que el hecho de que Martim, que siempre había soñado con “América”, se encuentra incapaz de pelear duro en el campo después de una herida en la batalla, y que la ciudad ahora representa más que nunca para él la única salida como forma de vida, aunque se valga de un recurso menos trivial o ético, símbolo del propio tipo de civilización que ve por delante: recorrer como un precario y pobre empresario por las principales ciudades de Europa presentando a su hermano Joaquim, su deformidad , como una ferviente curiosidad circense, hasta que él, Martim, tal vez pueda amasar la plata suficiente para cumplir su sueño de casarse con la mujer que ama, dejada esperando en el remoto pueblo vasco y cruzando el Atlántico con ella sin volver a buscar el bien. con lo que todos los hombres modernos como él deberían soñar. Salvo Joaquim, que quizás por su anomalía quiere más que su padre, un campesino recalcitrante, permanecer en el anonimato en su tranquilo y soñoliento pueblo natal. Pero se deja llevar por la promesa de su hermano de permanecer juntos allí, en cuanto se arreglen las cosas, expresada en su eterno “falta un poquito más”.